jueves, 21 de agosto de 2008

Una asamblea de gitanos de respeto

Como mi padre, he sido gitano de respeto de Asturias, lo que “la sociedad mayoritaria” (los no gitanos) llama patriarca. Los gitanos de respeto nos encargamos de arreglar los conflictos que se presentan en el seno de nuestra comunidad aplicando una serie de normas que se han ido transmitiendo de manera oral. Para poder ser gitano de respeto hay que dar ejemplo con la conducta propia, tener carisma y saber actuar con autoridad y convicción.


Me siento orgulloso de haber dedicado mi vida a intentar solucionar los conflictos que surgían en el seno de mi comunidad, cosa que siempre hice sin cobrar nada a nadie, a veces, dejando de lado otras responsabilidades, mi propio bienestar y el de mi familia.

Hoy les quiero contar un hecho de mi vida del que también me siento orgulloso y que tuvo lugar en 1986: con la idea de adaptar las normas gitanas a los tiempos, convoqué en ese año una asamblea general de todos los gitanos de respeto de la región de Asturias, incluidos los jóvenes que quisieran asistir. No tengo noticia de que se haya celebrado nunca una reunión semejante en región alguna España. Durante seis meses, me recorrí cada pueblo de Asturias en el que vivían gitanos, primero para explicar a los hombres de respeto de cada lugar la necesidad que había de reunirse y de cambiar las normas que no se adaptaban a los tiempos, y después, para convocarlos a la asamblea general donde se acordarían esos cambios, que tuvo lugar el día 7 de febrero de 1986 en Oviedo.

El pueblo me dio el mandato y la autorización para que nombrara a las cabezas visibles, es decir, a los gitanos de respeto de cada pueblo, y así lo hice. De ella salieron nombrados 44 hombres: todos los gitanos de respeto que ya había en los pueblos y también algunos jóvenes, para que fueran aprendiendo al ir a arreglar casos con los mayores.

Voy a citar dos de las cuestiones que se acordaron en aquella asamblea.

1.
En el pasado, cuando sucedía un conflicto grave entre dos personas de distintas familias, se mandaba marchar a las familias enteras del lugar para evitar males mayores por los enfrentamientos continuos que podían darse. Pero, en la nueva sociedad, estos desplazamientos forzados podían causar graves perjuicios: para sobrevivir hoy es necesario echar raíces; ya no se puede levantar un techo en cualquier sitio ni andar por los caminos. Así como en el pasado nos veíamos obligados a vivir itinerantes, hoy la seguridad y la supervivencia están en el asentamiento en un lugar concreto.

De modo que en aquella asamblea, se desechó el destierro de todos los miembros de un grupo familiar (que incluía a los primos hasta el grado tercero), y se acordó que sería suficiente con desplazar al implicado y a su familia más cercana (mujer e hijos y padres). Como siempre, habría que estar a cada caso particular y valorar lo que conviniera más según fueran las circunstancias.

Debo decir que cuando he tenido que disponer el desplazamiento de alguna familia, lo he hecho siempre teniendo en cuenta el bienestar de los desplazados, enviándolos a poblaciones donde sabía que tendrían el apoyo de otros familiares para ganarse la vida y no encontrarse aislados o desvalidos. Esta medida es similar a las órdenes de alejamiento que dictan hoy los jueces, pero más drástica (al suponer el desplazamiento a otra población suficientemente lejana) y, por ello, más efectiva: ejerce una disuasión mayor al que pretenda ejercer la violencia y ha evitado siempre enfrentamientos que podían terminar dolorosamente.

2.
Es igual que una familia sea de cien que de un solo hombre. Tiene los mismos derechos la familia grande que la familia pequeña. Una familia, por muy grande que sea, no tiene el derecho de mandar sobre las demás. Es el pueblo entero el que debe decidir, y para eso se nombran a sus representantes.

Esto, entre otras cosas, fue lo que acordamos hace ahora 22 años. La mayoría de los ancianos que estuvieron allí han muerto ya. Yo, y algún joven, somos los únicos que quedamos de aquella reunión. Y a día de hoy, aún se respeta aquel acuerdo al que llegamos entre los ancianos de Asturias.

A continuación, enumero a los gitanos de respeto que se nombraron en aquella asamblea:

Gijón: el Tío Manolo el de la Colorada, el Ángel, el Pedrín, el Enrique, el tío Tantere
Avilés: el Tío Quique, el Tío Goyo, el Tío Musel, el Tío Julio, el Tío Enrique y el Galón
Candás: el Tío Mon
Luanco: el Paco
Trubia: el Antonio y el Arcadio
La Sierra: el Tío Coquel y el Tio Serín
Arreondas: el Tío Pepín
Mieres: el Tío Narciso, el Gallo, el Tío Juanín el de la abuela
Noreña: el Mariano y el Pichi
Pola de Siero: el Tío Antonio el de la Nusi, el Tío Luis el de la Corala, el Tío Jesús, el Tío Colás y el Tío José
Sama: el Tío Manolo, el Tío Antonio, el Tío Tomás y el Manzano
Oviedo: el Tío Miguel, el Tío Quico, el Tío Antonio, el Tío Pepe, el Tío Martillo, el Tío Emilio, el Tío Canalejas y el Tío Luis
La Arena: el Tío Rafael
Luarca: el Paulo
Navia: el Tío José
Vegadeo: el Tío Miguel

2 comentarios:

Unknown dijo...

buenas noches tio Silvino,soy un gitanoco de zaragoza,y la verdad es que seria gueno que los viejos se juntaran de vez en cuando pa poder aconsejar y poder aprender de cada uno sienpre es bueno aprenderme gustaria mucho poder ablar con usted aunque fiese por mensajes,nu saludo y que dios lo vendiga

Unknown dijo...

Mi abuelico era el galon en paz descanse